miércoles, 2 de mayo de 2012

Conclusión

Porfirio Díaz casi no dejó ningún poder a los gobernadores ni a las autoridades locales. El tomaba todas las decisiones. Los diputados y los senadores aprobaban todas sus iniciativas. La opinión pública debía estarle siempre agradecida. No se permitía ninguna confrontación de ideas ni de opiniones.

El presidente se reeligió varias veces. Por largo tiempo esa fórmula funcionó porque el país anhelaba la paz y la prosperidad, y porque el gobierno de Díaz logró un impresionante impulso económico. Pero con el tiempo los defectos de la situación se fueron agudizando. A un lado de la creciente desigualdad y del clima de injusticia que se vivía, sobre todo en el campo, el problema más grave fue que no había oportunidad para que quienes deseaban participar en la política pudieran hacerlo. 

Porfirio Díaz había envejecido, se acercaba a los ochenta años y era natural pensar que pronto tendría que ser reemplazado. Pero el dictador no facilitó la inevitable sucesión.

En 1908, Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista norteamericano James Creelman, en la cual afirmó que México ya estaba preparado para tener elecciones libres. La noticia llenó de optimismo a mucha gente, que de inmediato comenzó a organizarse para participar en las elecciones de 1910. Surgieron varios partidos políticos, y se escribieron libros y artículos que discutían la situación del país y la solución de sus problemas.
Lamentablemente, Díaz cambió de opinión y se reeligió de nuevo. Pero era ya imposible detener el deseo de cambio.

Balance Histórico

El Porfiriato fue un periodo de marcados contrastes. Dependiendo del sector que uno analice, se puede llegar a conclusiones totalmente divergentes. El escritor estadounidense John Kenneth Turner, en 1911 por ejemplo señaló que para sus compatriotas que emprendían negocios en México, el régimen de Díaz era “el más sabio, el más moderno y el más benéfico sobre la faz de la tierra”, pero que, desde el punto de vista del mexicano común, el gobierno de Díaz era “un tratante de esclavos, un ladrón, un asesino”, pues no tenía misericordia ni impartía justicia, sólo se dedicaba a explotar a su población. Cierto es que, para tener una opinión equilibrada sobre este periodo, debemos conocer sus claros y oscuros, sus virtudes y defectos, sus logros y retrocesos.

El extraordinario crecimiento económico que experimentó el país, la modernización urbana, el saneamiento de las finanzas públicas y la estabilidad la política fueron algunos de los logros más importantes del Porfiriato. Después de más de medio siglo de estancamiento económico y aislamiento comercial, México se insertó de lleno en la economía mundial ocupando un lugar clave, aunque de manera  dependiente, dentro del desarrollo del capitalismo. Como resultado directo del pronunciado crecimiento económico, irrumpieron destacados centros urbanos y fabriles: Torreón y Aguascalientes se convirtieron en importantes centros de distribución ferroviaria, Monterrey  y Orizaba se consolidaron como ciudades industriales, Mérida creció significativamente con la exportación de henequén y chihuahua con la venta de ganado.

Sin embargo, en no pocos casos, para los peones de las haciendas, los jornaleros del campo, los mineros y los obreros fabriles, es decir, para la clase trabajadora, la paz social y la estabilidad  política de que tanto se vanagloria el régimen significaron arbitrariedades, explotación, sometimiento y represión, particularmente cuando daban alguna señal de protesta o rebeldía. Tales injusticias, permitidas  y solapadas generalmente por los prefectos políticos que eran autoridades locales, conformaron lo que se conoce como “la leyenda negra” del Porfiriato y constituye uno de los lados oscuros.

Lo que para los hombres del régimen era motivo de orgullo, para un sector ilustrado de la clase media era motivo de crítica e indignación. La prensa volvió a sus fueros y un sector de jóvenes periodistas acusó a Porfirio Díaz de extranjerismo desmesurado, de vender la patria a los extranjeros, de mantener a la población sumida en la pobreza y, sobre todo, denunciaron la falta de libertad política.

En medio de grandes tensiones y conflictos llegó 1910, un año de grandes sorpresas para los mexicanos de entonces: apareció el cometa Halley, se realizó la convención de los clubes antirreleccionista, con bombo y platillo el régimen festejó el primer centenario de la Independencia de México, se consumó la séptima reelección de Porfirio Díaz para presidente de la República y, como resultado de esto último, inició un movimiento revolucionario de largo alcance, en el  mes de noviembre, que obligaría al anciano presidente a dimitir del cargo e irse de  México. Por ello es un año clave en la historia nacional.

Educación y cultura

Durante el Porfiriato más de diez millones de habitantes no sabían leer ni escribir, aunque como en todos los aspectos del Porfiriato este sector también tenía  claros y oscuros, como se ha podido notar el sur del país era el más afectado y las grandes metrópolis desarrollaron un gran índice de alfabetización.

El gobierno trato de hacer algo por la educación y por ello creó una serie de instituciones que enlistare  a continuación:

En 1891 creó el Consejo Superior de Instrucción Pública y en 1905 fue elevado al rango de secretaría.

En 1910 Justo Sierra reunió las escuelas  de especialidades y las organizó en una Universidad


Aspecto social

Al finalizar el régimen, hacia 1910, México tenía aproximadamente  15 millones de habitantes, de los cuales 11 millones eran campesinos que sobrevivían con salarios que iban entre los 25 y 30 centavos diarios. En términos generales podemos distinguir cuatro clases  de trabajadores en las haciendas: los peones acasillados o gañanes, de residencia permanente; los trabajadores eventuales; los arrendatarios y los medieros o aparceros.

Al igual que en la economía, las condiciones de los campesinos variaban dependiendo de las regiones del país, por ejemplo, en el sur se llegaron a registrar condiciones de esclavitud disfrazadas, esta situación se puede a preciar más claramente en el libro “México Bárbaro” del periodista estadounidense  John Knneth Turner el cual hizo un recorrido por toda la parte sur del país,  resaltado los lugares de Yucatán y Valle Nacional Oaxaca. En el capítulo IV  de su obra llamado “los esclavos contratado de Valle Nacional” donde menciona lo sig. “Valle nacional es, sin duda, el peor centro de esclavitud en  México. Probablemente es el peor del mundo. Cuando visite  Valle Nacional esperaba encontrar algo más benigno que Yucatán, pero resultó ser más lastimoso. En Yucatán, los esclavos mayas mueren más rápidamente de lo que nacen, y dos tercios de los esclavos yaquis mueren durante el primer año después de la llegada a la región; pero en Valle Nacional todos los esclavos, con excepción de muy pocos –acaso cinco por ciento-, rinden tributo a la tierra en siete u ocho meses.

Esta afirmación es casi increíble. Yo no lo hubiera creído; acaso ni después de haber visto la forma como los hacen trabajar, el modo de azotarlos y de matarlos de hambre, si no hubiera sido por el hecho de que los propios amos me dijeron que era verdad. Hay quince mil de estos esclavos en Valle Nacional… ¡Quince mil nuevos cada año!

-Al sexto o séptimo  mes empiezan a morir como las moscas durante la primera helada invernal y después no vale la pena conservarlos. Resulta más barato dejarlos morir, hay muchos más en los lugares de donde éstos vinieron.

Con estas palabras nos damos cuenta de la paradoja en la que estuvo envuelto el periodo  de el general Díaz, por un lado la ciudad de México compitiendo en belleza con las mejores ciudades europeas y en el sur como ya lo he mencionado podía haberse hecho pasar por otra nación la gente moría despiadadamente.

Una de las principales características del sector campesino es la siguiente, el pago a los campesinos se hacía por lo general, en dinero y especie esto último mediante las llamadas tiendas de raya propiedad del hacendado. Mediante estas tiendas de rayas el campesino  tenía que recurrir al endeudamiento, este endeudamiento obligaba a los campesinos a permanecer en las haciendas y con  ello los hacendados tenían la garantía de la mano de obra para su tierras. Además estas deudas eran hereditarias.

Modernización de la Infraestructura

El periodo en el cual el general Díaz estuvo al frente de la presidencia del país se caracterizaron por la modernización de la nación; esto significa que arribaron los avances tecnológicos más sobresalientes de la época. Este crecimiento se vio claramente marcado en dos ramas de la vida nacional en lo económico y lo administrativo.

La modernización económica fue posible principalmente a la expansión del ferrocarril, que facilitara el acceso rápido a todas las regiones distantes y el traslado de  mercancías, otro avance que ayudó al desarrollo de la economía fue el tendido de la red telegráfica y telefónica. El ferrocarril era considerado la “palanca del progreso”.

En 1876 México tenía aproximadamente 580 kilómetros de vías férreas; para 1884 se había elevado a 5,731, en tanto que en 1910 el tendido ferrocarrilero alcanzaba  ya los 24, 288 kilómetros. Con el ferrocarril las exportaciones a Estados Unidos se vieron notablemente favorecidas: al finalizar el siglo XIX, alrededor del 70% del total de las exportaciones mexicanas tenían como destino el vecino país del norte. Esto provocó una grave y notable dependencia económica hacía  el país de las barras y las estrellas, circunstancia que hizo que Porfirio Díaz exclamara “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”

Las principales obras realizadas en México durante el mandato del General Díaz son las siguientes: el gran canal del desagüe, el hospital general, el teatro general hoy bellas artes, el palacio de correos entre otros. En esta época, la ciudad de México se confrontaba en belleza con las mejores ciudades de Europa.

El ferrocarril


Para cubrir el pago de los subsidios el gobierno de Porfirio Díaz recurrió al expediente de entregarles tierras a las compañías ferrocarrileras: el Ferrocarril Nacional recibió 327 600 hectáreas, en 1910; Pearson, magnate ferrocarrilero, 1.5 millones de hectáreas en Chihuahua; los constructores del ferrocarril del Istmo de Tehuantepec recibieron 600 mil hectáreas. Lo que contribuyó a crear grandes latifundios en manos de empresarios norteamericanos, que incluso po­seían grandes propiedades en la frontera norte. Violando la legislación nacional.
Un hecho significativo del desarrollo capitalista fue el fortalecimiento de los banqueros nacionales y extranjeros. El Banco Nacional Mexicana fundado en 1882 se fusionó con el Banco Mercantil Mexicano, en el que participaban capitalistas españoles y mexicanos, y originaron en 1884, el Banco Nacional de México, con atribuciones de recaudador de impuestos, de hacer préstamos y anticipos al gobierno y encargado de la Tesorería General. También en 1884, d Código de Comercio prohibió la apertura de nuevos bancos de emisión.

Durante el gobierno de Manuel González se expidió, en diciembre de 1883, la primera ley sobre Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos. Dicha ley autorizaba a colonos, nacionales o extranjeros, a "denunciar" las tierras vírgenes y a formar Compañías "deslindadoras" con las cuales el Estado firmaba contratos para medir y deslindar porciones del territorio nacional; en pago, las compañías recibían un tercio de las tierras deslindadas y gozaban del derecho de opción y de tarifas preferenciales para comprarle al gobierno los dos tercios restantes. La ley ponía un tope de 2 500 hectáreas a la superficie máxima que se podía recibir en pago y estipulaba que estas tierras no podían venderse a extranjeros. Dichas limitaciones nunca fueron observadas. Al amparo de esta ley se despojó a los campesinos indígenas de sus tierras y se constituyeron gigantescos latifundios.
Con la aplicación de las leyes de desamortización y, en general, con toda la política del gobierno favorable a los terratenientes, la situación de los campesinos empeoró. El gobierno del general González reprimió levanta­mientos indígenas en Hidalgo y San Luis Potosí. Se trataba de reclamaciones campesinas contra los hacendados que los despojaban de sus tierras.

martes, 1 de mayo de 2012

Comercio e Industria



Comercio. las potencias mundiales de la etapa del porfiriato habían llegado a una nueva etapa del capitalismo: el imperialismo. La llamada segunda revolución industrial generó un aumento importante en la siderurgia, los transportes y la electrificación, haciendo más agudas las necesidades de materias primas industriales, alimentos, carbón y petróleo, mercados para los nuevos y numerosos productos, así como la salida para los fuertes capitales. Eso condujo a una nueva división internacional del trabajo. El desarrollo de las exportaciones mexicanas y el de un mercado interno mexicano estuvieron ligados estrechamente. Conforme crecían las exportaciones, aumentaba la demanda de los productos.


Con el progreso del sistema ferroviario se abarataban los costos del transporte, y esto fue positivo para el crecimiento de las transacciones interiores. Industria el desarrollo industrial durante el porfiriato se vio favorecido por varios factores: la construcción de las vías de ferrocarril, la creación de un mercado interno más amplio e integrado, el aumento de la población y la inversión extranjera. Hasta 1890 la presencia de grandes compañías extranjeras dotadas de maquinaria y técnicas de producción y administración modernas le dieron un vigoroso impulso a la industria. Crecieron en forma importante las industrias textiles, de calzado, peletera, bebidas, papel, vitivinícola, productora de azúcar y alimenticia. Experimentaron también un avance importante las industrias fabricantes de cemento, siderurgia, y química. Debido al crecimiento industrial en ciudades como México, puebla, Orizaba, monterrey, Guadalajara, se inició consecuentemente la aparición del proletariado industrial; se integraba por peones cuya situación era mala: castigos, descuentos, largas jornadas, no tenían sindicatos, prestaciones ni derechos laborales; al igual que en las haciendas, existían tiendas de raya en las fábricas. La mayor parte del capital extranjero invertido en la industria era francés: 53.2% colocado sobre todo en textiles; le seguían Alemania, los estados unidos e Inglaterra; sin embargo 0no puede hacerse a un lado la importancia del capital nacional en la industria.